Tuberías

Las acciones impulsivas le agarran como un calambre directo a resolver urgente y de manera metódica, siguiendo un laberinto que desemboca en una solución con simples intentos: un llamado, un video tutorial y una compra en la ferretería. 
La boca del caño sobresale de la pared que sostiene la canilla rota, con pedazos de cemento y cinta pegoteada que precisa para que la unión sea más efectiva. Dos vueltas fueron las necesarias para que salga de ahí complicándolo todo, aún más de lo que las noticias de los últimos días ya vienen arrastrando.
En el laberinto aparecen preguntas cada vez que estas acciones se meten perforando la razón: “¿Se siente siempre? ¿Cuándo perdes el bondi y llegas tarde? ¿Del 1 al 10, en qué punto estas? ¿Al ser chiquita te faltaba el aire?” 
Este mecanismo es necesario, y casi un ritual, para que el impulso vuelva a su lugar de inicio, las preguntas sirven a modo de distracción pero una simple mirada a la situación la traen de vuelta.
La llave de paso cierra mal y esto hace que del caño caiga un leve hilo de agua, obstruyendo poder desenroscar el pedazo de rosca que quedó fundida en el caño, como si no hubiera otra manera de pasar el día que viendo tutoriales donde relatan y especifican todo tipo de sucesos, paso a paso para acumular conocimiento que se cree que puede ser útil y que, claramente como la persona que explica en el video, se va a llegar a la verosímil victoria de la situación.
¿Qué hay? ¿Se puede ver?
Grasa. Eso se necesita. Otro llamado que suma, oscurece demasiado rápido y cada vez sale más agua, -seguro que cuando se hace de noche hay más presión- piensa, no está segura pero supone que debe ser así.
De nuevo, la perforación a la razón:
“Las vías rechinan
aunque ahora se hayan electrificado,
las colillas se amontonan
junto a los molinetes
que rebalsan de sube sin saldo a favor.
Se oculta por las palabras para dentro
lo tenue de los ojos.
Se cruzan historias y olores
entre las cruces que forma el reloj,
hay olor a pancho
y la basura sobresale
por arriba de los tachos”

Cada vez hay menos luz, se van armando otros caminos que hacen que el laberinto se convierta en algo más parecido a un bosque que a una ruta y cuando sucede es señal de que hay que hacer otro llamado, tomar un mate y dejar que siga corriendo el agua porque no hay tapón que la pueda hacer detener hasta la mañana siguiente.

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