gris

Luis sabía que era el último día del parque su corazón se lo dijo y escucho a un señor contárselo a un pájaro. No sabía bien último día de que, sin embargo tenía una extraña sensación. El cigarro se le terminó y empezó a caminar por las veredas del parque un poco rotas y con raíces de los árboles asomando, como era usual en la ciudad. 
Se paró a en un puesto que vendía libros usados, ojeó algunos títulos pero ninguno le llamó la atención; su cabeza no andaba para elecciones ese día. Escucho un par de niños correr y sus madres hablando, dos de ellas se le quedaron mirando su ropa, por supuesto. 
Luis no era conocido en la ciudad, era un extraño que había llegado un par de días atrás a ese parque para quedarse. Otro lugar no había y tampoco mucho se había molestado en buscar. 
A veces extrañaba ser alguien conocido por los demás como era en su antiguo parque (hogar) pero por problemas con las autoridades tuvo que buscarse un nuevo rumbo. 
El parque nuevo le quedaba algo gris, tal vez por el otoño, pensó.  
-¡Hey!- gritó a los niños que ahora habían tirado de su abrigo. -Más respeto-.
Es el último día, Luis, y estas acá paseando, solo, en el parque sin más que tu mente.
El mundo no está hecho para los señores de abrigo con alguna bebida alcohólica bajo el. No está hecho para el otoño. No está hecho para ser el final. Siempre continúa. Siempre. 
Hoy es el último día Luis. 
Lo lamento porque el mundo nunca se acordará de usted, de su abrigo, de su vida en el parque, de su mano llena de arrugas pidiendo alguna que otra moneda y de su mirada que escondía mil historias secretas.  
El mundo sigue aunque ya no te encuentres, lo más extraño es que vos le dejaste tu vida cuando él te la negó siempre. 

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